A un año de iniciadas las obras de restauración de la desembocadura del arroyo Solís Chico y la playa de Parque del Plata, las consecuencias del proyecto solo empeoraron la situación.
Víctor L. Bacchetta, en Sudestada 28/10/2021.
El 30 de octubre de 2020, en Parque del Plata, el intendente de Canelones, Yamandú Orsi, inauguró las obras y anticipó, eufórico, la recuperación de un kilómetro y medio de playa por medio de una nueva salida para el arroyo Solís Chico. El proyecto había sido autorizado por la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama), a partir de un estudio del Instituto de Mecánica de los Fluidos e Ingeniería Ambiental (IMFIA).
El sábado último, varias comisiones de vecinos del balneario convocaron al público y a la prensa a observar el estado actual de las obras, en lo que es un grito de alarma e impotencia a la vez. El avance de la destrucción en la zona de playa es constatable a simple vista, pero hasta el momento han fracasado todas las tentativas para discutir con el equipo técnico responsable las medidas que están siendo adoptadas.
«Yo me hago cargo, yo soy responsable», ha respondido enfáticamente a los vecinos Luis Anastasía, principal técnico de la Dinama en el proyecto, junto con César García. El equipo supervisor se completa con el director de Gestión Ambiental Leonardo Herou, Fabricio Pedrín y Gerardo Vanerio, de la Intendencia de Canelones, que es ejecutora de las obras, y Tania Vecchio, la alcaldesa de Parque del Plata.
Entre los responsables políticos de este proyecto, además del intendente Orsi y el ministro de ambiente, Adrián Peña, oriundo de Canelones también, asume un papel protagónico el diputado Alfonso Lereté del Partido Nacional. Lereté se asigna haber destrabado la desinteligencia entre la Intendencia y el Ministerio para encarar unas obras que eran reclamadas por vecinos del lugar desde hace 25 años.
Sin embargo, lo central es la evaluación del problema y las medidas a adoptar. Los técnicos deben ser los mejor preparados para proponer soluciones, pero no pueden ignorar a los que tienen el saber propio de vivir en el lugar y que serán destinatarios últimos del proyecto. Los vecinos advirtieron algunas de las posibles consecuencias, no fueron escuchados y ahora se sienten confirmados por los hechos.
El problema principal que se pretende resolver es la deriva de la desembocadura del Solís Chico paralelo a la costa de unos 1.400 metros hacia el oeste, cortando el acceso a la playa desde el balneario. Las obras se iniciaron con la apertura de una salida más directa del arroyo en un lugar donde ya se había abierto de forma natural en el pasado, de acuerdo con los estudios hidrodinámicos del IMFIA.
Se construyeron luego con retroexcavadoras dos diques de arena cortando el flujo del arroyo hacia lo que era el cauce actual, utilizando dunas formadas por los vientos que estaban cubriendo la rambla en ese tramo. Paralelamente, en la playa se armarían cercas captoras para propiciar la formación de médanos para posteriormente ser vegetados y evitar así la reiteración del traslado de arena por los vientos.
Las medidas de mayor impacto eran la abertura cerca de la curva del arroyo hacia el oeste y el primer dique de arena para impedirle continuar en esa dirección. Como era previsible, la marejada propia de los temporales del sudeste ensanchó la abertura y habilitó el ingreso del río, a la vez que el caudal del arroyo fortalecido por las lluvias fue socavando el dique artificial e incluso ganando terreno en la ribera norte.
Que esa hubiera sido una salida natural del arroyo en otro momento no significaba que se pudiera consolidar; en el pasado hubo otras aberturas naturales que se volvieron a cerrar. Al mismo tiempo, la arena recién colocada formando el dique artificial no podía compararse con la del cauce constituido naturalmente a lo largo de años. El dique se fue desmoronando y se intentó reconstruir con sucesivas tandas de arena.
En tales circunstancias, los técnicos comenzaron a utilizar mallas y tubos de geotextil o geotubos, supuestamente previstos en el proyecto inicial, para frenar la erosión en la curva que debe hacer el arroyo antes de descargar en el río y en la ribera norte. En lugar de reducir el problema, la instalación de estos elementos lo agravó porque acentúan la erosión al ofrecer mayor resistencia a la dinámica de las aguas.
Tras seis meses de trabajar con cinco máquinas, el primer temporal destruyó en ocho horas lo realizado. Las aguas llegaron hasta la caseta de guardavidas, que tienen una estructura de hierro, y también se la llevaron. Con las lluvias, la correntada del Solís Chico socavó el terreno firme en la ribera norte y avanzó decenas de metros hacia la calle costanera derribando grandes árboles a los que nunca había llegado.
Para evitar la erosión de la ribera norte del arroyo, colocaron un geotubo de 70 metros de largo, pero las aguas ya llegaron al geotubo y lo están socavando en el frente y el costado. Ante el desmoronamiento del dique de contención, proponen ahora colocar otro geotubo en sentido transversal, a un ángulo de 45 grados (ver figura), para obligar al arroyo a dirigirse hacia el río, lo que hace prever un nuevo y mayor fracaso.
Frente a esta acumulación de traspiés, la destrucción mayor generada y la insistencia en el mismo camino, los vecinos de Parque del Plata están planteando directamente la detención de las obras y la constitución de una mesa de diálogo con la participación formal de las autoridades y de las comisiones locales, tanto para rever el proyecto costero como para el seguimiento de los trabajos posteriores a realizar.
Los vecinos reclaman asimismo la convocatoria de la Comisión de Cuenca del arroyo Solís Chico y la Laguna del Cisne. En diciembre del año pasado, el Ministerio de Ambiente realizó el llamado a organizaciones sociales, productivas e instituciones para integrar dicha comisión pero no la ha convocado. Otra manifestación de los problemas, tanto del gobierno anterior como del actual, con la participación social.
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